Sombras de raso (Foscor nº 1) (Spanish Edition) by Myriam Oliveras Palomar

Sombras de raso (Foscor nº 1) (Spanish Edition) by Myriam Oliveras Palomar

autor:Myriam Oliveras Palomar
La lengua: spa
Format: mobi
publicado: 2014-06-27T21:00:00+00:00


13. PRIMERAS SEÑALES

El jueves siguiente a nuestro encuentro, Echo me mandó un mensaje de WhatsApp, citándome en la casa de Pau a media tarde, pues tenía «algo muy urgente que contarnos a todos».

Aquel día no tenía clase de ballet ni demasiados deberes, y solo por eso —y por el hecho obvio de que Echo me gustaba más de lo que estaba dispuesta a admitir—, me decidí a ir.

Para colmo, como si el desagrado que sus dos amiguitos me producían no fuera bastante, Pau vivía en las afueras del pueblo. Pero al final la curiosidad por lo que tendría que contarnos Echo terminó de inclinar la balanza.

—Chicos, ¿podéis explicarme qué estoy haciendo aquí?

Frente a mí, Trish y Pau jugaban a la PlayStation, insultándose y soltando risotadas como si fueran dos niños pequeños. Media hora después de la hora de la cita, nuestro compañero todavía no había hecho acto de presencia y yo me aburría como una ostra, bebiendo café a sorbos mientras esos dos hacían el idiota frente al enorme televisor de plasma.

—¿Y bien? —insistí al ver que me ignoraban.

—Estamos esperando a Echo —replicó Trish, como si yo fuera tonta. Sus ojos azules estaban fijos en la pantalla—. ¡Serás cerdo, eso no se vale!

—Jajaja, aprende del maestro, querida. Soy el puto amo y lo sabes.

—Bueno, si mi vida social fuera equivalente a la de un ermitaño, seguro que yo también sería Dios jugando al Tekken...

—¡Será que tú eres la reina del baile, vamos! —se burló Pau muriéndose de risa—. Bueno va, ¿cambiamos al FIFA? Me estoy cansando ya de esto.

—Uf, ya sabes que los de fútbol no me van mucho... Anda, déjame jugar un ratito al Assassin's Creed.

—¿Podéis parar de hacer el imbécil de una vez? Si Echo no ha venido en cinco minutos, me las piro —les interrumpí, exasperada.

Estaban a punto de volverme loca con sus tonterías. Nunca me habían gustado demasiado los videojuegos... con excepción de Los Sims, quizá.

Como si fuera cosa de brujas, en aquel momento unos golpecillos rítmicos sonaron contra la puerta principal.

—¡Ya está aquí! —exclamó Pau emocionado, arrojando el mando sobre la alfombra—. ¡Voy!

Abrió de un tirón y se encontró con Echo al otro lado, temblando bajo su gruesa parka de Carhartt. El tiempo había refrescado de forma considerable durante los últimos días.

—No sabéis la rasca que mete ahí fuera.

Entró como una exhalación después de estrechar la mano a Pau de forma informal y arrojó el abrigo y la bufanda de lana sobre el sofá donde yo estaba apoltronada.

—Claro que lo sabemos: también hemos tenido que cruzar todo el pueblo para llegar hasta aquí —comenté yo, sarcástica.

Al oírme, Echo se giró hacia mí, deslumbrándome con su sonrisa de anuncio de dentífrico.

—¡Hola Evelyn! Qué bien que al final hayas venido.

Pese a que nos habíamos visto aquella mañana en la escuela, se inclinó para darme dos besos. Como de costumbre, su aroma a plátano hizo que estuviera a punto desmayarme de gusto. Tenía el pelo claro revuelto y las mejillas enrojecidas por el frío del exterior. Sin embargo,



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